La historia evolutiva de los humanos se podría explicar por la relación que existe entre la actividad física, el movimiento y la evolución del cerebro. En el poco más de medio millón de años que fuimos cazadores-recolectores moverse bien, mucho y rápido aumentaba las posibilidades de sobrevivir. En ese periodo creció en el cerebro la corteza motora hacia arriba lo que produjo una mejora en nuestros movimientos y también en nuestras capacidades cognitivas. Es muy probable que sin ese movimiento no fuésemos los seres pensadores que somos hoy.

Nuestros antepasados vivían en los árboles, se desplazaban poco, comían principalmente vegetales y usaban los brazos y las piernas para desplazarse. Debido probablemente a algún cambio climático drástico que enfrió considerablemente el ambiente, algunos homínidos pasaron de una vida más sedentaria a tener que bajar a la sabana y desplazarse largas distancias en busca de comida. Se convirtieron en cazadores-recolectores. Una vez en el suelo y comprobar que la vegetación de la sabana les impedía ver a larga distancia, comenzó el lento proceso de erguirse y caminar sobre las patas traseras.

Según un estudio de la Royal Society de Londres basado en las huellas prehistóricas de Laetoli localizadas en Tanzania los homínidos desarrollaron la capacidad de caminar erguidos hace unos 3,7 millones de años (Australopitecus Afarensis). El análisis de esos restos apunta que el Australopitecus caminaba de forma más parecida a un ser humano actual que a cualquier primate bípedo. Desde que se inició la marcha sobre las dos extremidades traseras hasta que se consiguió una marcha erecta podrían haber pasado más de 2 millones de años. Y para muchos antropólogos lo que nos hizo humanos fue este hecho de empezar a caminar erguidos.

En esa evolución del desplazamiento con 4 extremidades a la postura bípeda tuvieron que enfrentar momentos de desequilibrio y equilibrios precarios sobre un sólo apoyo en lugar de 2 o 3 como los otros simios. Se necesitaron hacer ajustes constantes en los movimientos y posturas hasta conseguir coordinar un gran cantidad de información que les permitiera mantener el equilibrio. Ese equilibrio les impulsó a dominar el movimiento bípedo en un entorno irregular, cambiante y cada vez más amplio. Eso incorporó niveles más altos de actividad aeróbica. Ese procesamiento de información y esos ajustes debieron suponer un desafío cognitivo importante que impulsó su desarrollo cerebral mucho más allá que nuestros antepasados simios.

Parte del desarrollo cerebral humano ha venido desde los pies. Estas acciones motrices tuvieron su efecto sobre el cerebro de las diferentes especies. Se produjeron cambios en el volumen cerebral, probablemente debido a su mayor nivel de estimulación, y en el nivel de irrigación sanguínea al producirse un aumento del metabolismo cerebral. El volumen cerebral es el principal elemento que permite analizar la evolución del cerebro y de nuestra capacidad cognitiva. Aunque se trata de una medida parcial porque es una cifra cuantitativa, y la capacidad de nuestro cerebro se establece más en parámetros cualitativos, nos sirve de referencia porque nos da una correlación fiable sobre el incremento de la funcionalidad cerebral.

El Australopitecus fue el primer homínido bípedo y alcanzó cráneos de 500 cm3 similar al de los grandes simios. Después apareció el primero del género homo, el Homo Habilis, que eran omnívoros oportunistas como el Australopitecus pero además de caminar construyó herramientas líticas. Alcanzó una capacidad craneal de más de 700 cm3. por lo que su inteligencia debería ser similar.

El Homo Habilis evolucionó a nuevas especies de género Homo. El Homo Erectus que dominó el fuego y creó herramientas complejas ya alcanzó una capacidad craneal de 1000 cm3, el doble que la de los grandes simios y el Australopitecus.

Hace unos 195.000 años, apareció nuestra especie, el Homo Sapiens, que alcanzó la asombrosa capacidad craneal de 1.400 cm3 y ha multiplicado por seis el nivel de riego sanguíneo en comparación con los 1os. Homínidos.

El proceso de humanización del cerebro del Homo Sapiens, lo convirtió en un órgano único y diferente, por su complejidad estructural, funcional y su tamaño relativo. La bipedestación y el caminar influenciaron profundamente nuestro organismo y en especial nuestro cerebro. Sin duda no fue el único factor. Pero el hecho de que el desarrollo de esa postura y del movimiento haya ido acompañado paralelamente con el aumento de la capacidad y la irrigación craneal nos indica que el movimiento y la evolución del cerebro humano están fuertemente relacionados.

La evolución de millones de años del cerebro de los seres humanos nos ha permitido desarrollar niveles muy superiores de inteligencia que cualquier otra especie, incluso la de los otros primates que en un momento determinado tuvieron la misma capacidad cerebral que el ser humano. El movimiento nos volvió más inteligentes. Al fin y al cabo el movimiento fue el primer gran desafío cognitivo que tuvo que enfrentar el género homo para diferenciarse del resto de los seres vivos, produciendo unos niveles de inteligencia muy elevados.

Es a través del movimiento que podemos ejercer cierta influencia sobre el ambiente. Influenciando el entorno estaremos a su vez influenciando el cerebro porque sus funciones dependen de los estímulos que percibe del entorno. Por lo tanto a través del movimiento tenemos la opción de poder estimular el cerebro.

“En mi opinión, el mayor error que he cometido ha sido no darle el suficiente valor a la influencia directa del ambiente independientemente del proceso de selección natural. Cuando escribí “El Origen”, y durante varios años después, no pude encontrar ni la más mínima evidencia de la acción directa del ambiente; ahora hay una enorme cantidad de evidencias”

(Carta de Charles Darwin a Moritz Wagner, 1876)

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