Rotundamente, sí.
Todo lo que hacemos cada día, desde el libro que leemos hasta los movimientos que realizamos contribuye a una remodelación contínua de las redes neuronales.
Desde que surgió la vida su desarrollo ha estado, en la mayor parte, basado en intercambios químicos sin presencia de sistemas nerviosos. Con tomas de decisiones inteligentes y complejos comportamientos sociales que aseguraron su evolución. Se calcula que los Sistemas Nervisosos aparecieron hace unos 500 millones de años, unos 3.000 millones de años después de aparecer las primeras células, 100 millones de años después de aparecer los primeros organismos complejos pluricelulares. El sistema nervioso surgió para dar apoyo al desarrollo funcional de los organismos complejos y perfeccionar los sistemas de control homeostático que garantizaban la sobrevivencia. Lo que hoy es el centro de control del organismo, apareció como elemento de soporte al servicio del organismo.
Se han producido grandes avances en el conocimiento de procesos cerebrales específicos pero todavía se sabe muy poco de su funcionamiento a nivel global. La forma en que el cuerpo se relaciona con el entorno y de cómo reacciona a él ha condicionado, durante millones de años de evolución, la mente humana. El cerebro, que se acepta como la sede de la mente y la cognición, está íntimamente relacionado con el resto del cuerpo. Depende de éste para recibir la información del entorno e interactúa y es influenciado por el mismo. No se debería distinguir entre la mente y el cuerpo porque sólo existen experiencias y procesos físicos. Somos un organismo integral que se comunica como un todo y que es susceptible de ser influenciado por cualquier estímulo que provenga del propio sistema o del exterior. Por eso deberíamos ampliar la mirada sobre la mente y verla como una representación metafísica de todo lo que ocurre en todo el organismo, no solo en el cerebro.
Mente y cuerpo son inseparables porque, en este caso, el software computa a través del hardware. Este concepto tiene sus raices intelectuales desde principios del siglo XX y se conoce como Embodied Cognition, donde se enfatiza la importancia del cuerpo y relativiza la visión, ampliamente aceptada, del cerebro como director único.
La cognición es un proceso que se produce en la mente y que tiene como objetivo, de forma simplificada, conocer y producir respuestas. Se trata de la percepción, procesamiento y comprensión de la información para establecer una relación con el entorno. La cognición se realiza para la acción, por lo que debemos considerar el entorno como parte del proceso cognitivo.
El cuerpo es el medio por el que la mente humana se relaciona con ese entorno. Y los movimientos del cuerpo, por sencillos que sean, requieren de una actividad cerebral global, no solo por su aspecto motor sino también por sus componentes cognitivo, emocional y sentimental que se registran en diferentes partes del cerebro, no solo en la corteza motora.
Un movimiento sencillo como caminar se basa en miles de millones de impulsos eléctricos, coordinados por el cerebro con extrema precisión. Requiere la coordinación entre los sistemas visual, táctil, vestibular, propioceptivo y músculoesquelético, así como diferentes áreas del cerebro como el córtex prefrontral, el cortex motor primario, el cortex premotor, los ganglios basales, el cerebelo, la memoria, los diferentes córtex sensoriales y el sistema límbico. Cada articulación envuelta está coordinada por músculos que según sea el movimiento pueden ser los que producen el movimiento o los que lo controlan con gran precisión. Cada uno de esos músculos está compuesto por cientos de miles de fibras musculares individuales. En función de la intensidad de la contracción de cada músculo para producir ese movimiento el cerebro activa de forma coordinada las necesarias. Millones de fibras de diferentes músculos deben ser activadas de forma sincronizada y coordinada para producir las diferentes fases del movimiento.y mantener el cuerpo en pie y en equilibrio. Normalmente lo realizamos de forma inconsciente pero es un complejísimo proceso de sucesión de eventos neuronales que si se piensa sobre ello cuesta imaginar cómo se consigue hacerlo.
Y eso representa solo un parte del proceso. Se debe inhibir también multitud de músculos que no participan en ese movimiento y que podrían interferir restándole fluidez. Este proceso conlleva un gran consumo de energía. Y a la vez también se requiere procesar toda la información que el organismo envía al cerebro en forma de feedback informando del resultado de ese movimiento para realizar los posibles ajustes y correcciones necesarias del movimiento. A medida que esa información va al cerebro otra viene de las partes del cerebro involucradas para mantener el movimiento. En décimas de segundo se analiza la información y se realizan los microajustes necesarios. Un gran volumen de cálculos son realizados para ajustar los músculos, la posición, el equilibrio, etc. El nivel de computación por unidad de tiempo es tan alto que se necesitarían varios supercomputadores para igualar ese poder computacional sin tener en cuenta su eficiencia energética (el consumo de una bombilla normal de 60 vatios)
En esos movimientos, a simple vista sencillos, están envueltas funciones cognitivas como la memoria, la percepción, el reconocimiento, la atención, la orientación, el razonamiento, la planificación, el análisis de información y la toma de decisiones, la organización, la flexibilidad cognitiva que permita reaccionar a la novedad, la anticipación, la inhibición, la monitorización, el cambio de atención y la actualización de la memoria.
El realizar un movimiento nuevo, o un movimiento complejo o la combinación o simultaneidad de movimientos aumenta considerablemente la dificultad de ese proceso, ya de por sí extremamente complejo. Una actuación en esa dirección puede suponer un reto desafiante y una mayor demanda de las funciones cognitivas involucradas. El cerebro debe de procesar más información y tomar decisiones más complejas y a veces de forma muy rápida. Esto produce una mayor estimulación cerebral y su desarrollo. Es por eso que el ejercicio, sobretodo el EJERCICIO ENRIQUECIDO, se puede asociar con el rendimiento en tareas de toma de decisiones, memoria y aprendizaje. Existen numerosos trabajos que muestran una correlación entre el ejercicio y la cognición. Si bien correlación no es causalidad no debemos de ignorar ese vínculo entre lo físico y lo cognitivo. Nunca se podrá decir que el ejercicio hace más inteligente a la persona, de la misma forma que tampoco lo podremos decir del aprender a leer.
Por eso debemos entender el movimiento como un fenómeno cognitivo, susceptible de ser modulado para que sea más o menos complejo, que puede exigir al cerebro el máximo de su capacidad. Éste es el principio fundamental del Neuroejercicio y del programa Exercise for Brain.
No estamos hechos para movernos, somos lo que somos gracias a nuestros movimientos. El origen de la mente se sitúa en todo el cuerpo y es el cerebro el que la hace posible. Algunos investigadores en Inteligencia Artificial aseguran que el único camino hacia una inteligencia segura y verdadera es a través de un cuerpo que pueda percibir su entorno, operar, transitar y reaccionar y que le proporcione una real comprensión del mundo mediante el método ensayo-error. Es posible que la clave para surgir una mente artificial inteligente y segura sea un cuerpo.